Hablar con uno mismo suele ser una práctica asociada a la soledad o incluso a problemas de origen psiquiátrico. Sin embargo, lejos de ser una señal de anormalidad, esta conducta, conocida como habla autodirigida, revela una faceta muy interesante de nuestra cognición.

Diversos estudios demuestran que hablar solo, ya sea en voz alta o mentalmente, es una útil herramienta cognitiva que nos permite organizar nuestros pensamientos, resolver problemas de manera más efectiva, tomar decisiones con mayor claridad y regular nuestras emociones. Al verbalizar nuestras ideas, consolidamos la memoria, aumentamos nuestra concentración y favorecemos la creatividad.

Qué significa desviar la mirada al hablar, según la psicología

No obstante, es necesario aclarar que, si bien hablar solo es un comportamiento normal en muchas personas, en algunos casos puede ser un síntoma de una condición de salud mental subyacente, como la esquizofrenia. En estos casos, suele ir acompañada de otros síntomas, como alucinaciones o delirios y requiere asistencia médica profesional inmediata.

¿Por qué hablamos solos?

La psicología evolutiva sugiere que hablar solos tiene sus raíces en la infancia. Los niños pequeños suelen hablar consigo mismos mientras juegan o exploran su entorno, lo que les ayuda a comprender el mundo que les rodea y a desarrollar sus habilidades lingüísticas. Aunque esta práctica disminuye con la edad, persiste en muchos adultos como una forma de autorreflexión y autorregulación.

Entre los diversos beneficios que se obtienen de hablar solos se encuentran:

Mejora cognitiva: favorece la resolución de problemas, la toma de decisiones y la memoria.

Regulación emocional: ayuda a gestionar las emociones fuertes y a mantener la calma.

Autoconocimiento: facilita la exploración de nuestros pensamientos y sentimientos.

Creatividad: estimula la generación de nuevas ideas y soluciones.